Hablemos de rencores...
Sólo se odia rencorosamente a la persona a la que se ama, se admira, se le tiene en gran estima o se piensa que nos debe un gran afecto por ser parte de algo considerado importante para nosotros, por ejemplo: un familiar, una amistad o una pareja amorosa.
Cuándo esa persona rompe el ideal de correspondencia o de lo que se espera deba brindarnos. La herida puede ser tan grande y profunda que genera cierto rencor y entre más se le da espacio a ese enojo por nacer de la acción traidora de ese otro(a), la volvemos justificable ante nuestros ojos, haciendo que al aferrarnos a ella, crezca con el tiempo.
Entonces las personas buscan castigar a ese otro u otra con lo que a ellas más les dolió: la falta de afecto.
Es aquí cuando surge el deseo de castigar al otro: te castigo con mi silencio, con mis groserías, con mi desprecio, invalidando todo lo que dices, burlándome de ti, haciéndote comentarios para que te sientas menos, buscando a otros hombres o mujeres para que te duela lo que me has hecho o haciéndome daño para hacer que te fijes en mí y aunque todo lo anterior surge en apariencia de una lógica aceptable, lo cierto es que el resentimiento sólo habita en la persona que la siente, provocándole más heridas y generándole las mayores culpas, así como las formas más torturantes de autocastigo.
Espero te haya gustado este post informativo y si sientes que es tu momento de trabajar ese enojo en terapia, no dudes en ponerte en contacto y en sesión psicológica, hablaremos de rencores.
Ten una buena, mañana, tarde o noche, dependiendo del horario en que nos leas.
Atentamente
Psic. Guadalupe Hernández
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